jueves, 7 de mayo de 2009

La educación requiere hacer tocar muchas teclas.



¿Cómo hacer que mi hijo obedezca? ¿Cómo me gano su respeto? ¿Cómo vencer el reto de ser la autoridad? ¿Qué puedo hacer para educar bien a mi hijo? Estas y otras son las preocupaciones que de manera cotidiana tienen muchos padres en cuanto a la educación de los hijos en el seno de la familia.
Pero no podemos perder de vista que en la educación de los hijos influyen muchos contextos de relación, en los cuales transcurre la vida en los años de conformación personal de cada individuo. No caben dudas que la familia es el principal entorno, el primero y como señalan muchos estudiosos de la influencia de la familia en la educación, es el núcleo de la sociedad, la institución educativa más sencilla y universal, la más económica y eficaz y también la única capaz de proporcionar la educación más completa.
El ambiente familiar no es fruto de la casualidad ni de la suerte. Es consecuencia de las aportaciones de todos los que forman la familia y especialmente de los padres. Los que integran la familia crean el ambiente y pueden modificarlo y de la misma manera, el ambiente familiar debe tener la capacidad de modificar las conductas erróneas de nuestros hijos y de todos sus miembros y de potenciar al máximo aquellas que se consideran correctas.
¿Cómo hacer que la familia pueda cumplir esta función universalmente asignada?
Primeramente el niño debe vivir en un ambiente predecible, o sea un ambiente estructurado y consistente. ¿Qué significa esto? Un orden, rutinas y reglas acordes con los valores y principios que sustentan la familia y que estos se cumplan, que realmente guíen el quehacer cotidiano del niño y su familia.
Sam Goldstein, Dr en Psicología en la Universidad de Utah, plantea que las reglas del juego para que los padres puedan ejercer la función de educadores de los hijos son precisamente las reglas. “Las reglas proporcionan orden, ofrecen un campo común sobre el cual las personas pueden interactuar y crean un marco justo. No obstante algunas actividades humanas, tales como relaciones sociales o la crianza de los hijos, por su complejidad y diversidad desafían la posibilidad de crear un número finito o fijo de reglas.
Las reglas forman la base necesaria para ayudar al desarrollo de un número importante de cualidades imprescindibles para manejarse en los entornos sociales. La habilidad para seguir comportamientos gobernados por reglas permite a los individuos funcionar exitosamente dentro de los grandes grupos. Es por ello que en el proceso de crianza de los hijos, independientemente de la cultura de que se trate, las reglas tienen un rol clave. Las reglas permiten que los niños entiendan los límites y aunque las critican con frecuencia, obtienen confort y seguridad en la medida en que las entienden. Las reglas conforman el fundamento sobre el cual se ayuda a los niños a desarrollar autodisciplina y sirven como guías en la resolución de problemas.
Pero lo más importante es establecer un sistema de reglas justo y consistente. Sabemos que cada niño tiene necesidades únicas, pero la experiencia ha demostrado que la principal dificultad para el establecimiento de reglas justas y consistentes por parte de los padres, es la impaciencia por poner en marcha una estrategia que omite analizar en primer lugar, las ideas preconcebidas que tienen al respecto y sus consecuencias: ¿Cuáles serían las reglas para garantizar la seguridad de mi hijo y de los demás; cuáles se deben cumplir porque garantizan el orden y el cumplimiento de las responsabilidades; cuáles pueden negociarse; qué consecuencias se derivarían de ellas; en qué medida las personas significativas para el niño están de acuerdo en su aplicación?
El Dr. Goldstein considera que las reglas son los cuatro puntos de una pirámide que garantiza el trabajo de los padres con los hijos. “Cada punto, está intrínsecamente conectado con los otros y cada uno depende de los otros. Estos cuatro puntos involucran reglas relacionadas con cuatro amplias categorías: Obediencia, rutinas, respeto y sí mismo”.
Las reglas relacionadas con la obediencia toman en cuenta que el niño haga las cosas cómo se le ha dicho que las haga. Obedecer reglas es factor crítico en el camino para lograr que las cosas sean hechas. Lo más importante para una correcta orientación para las reglas de obediencia desde la perspectiva de los padres, es pensar si los niños necesitan hacer lo que se les pide en el momento en que se les ha pedido, cuándo deben hacerlo y si esas solicitudes son justas y razonables.
Las reglas relacionadas con las rutinas permiten a los niños un orden, pensar en las transiciones necesarias y asumir responsabilidades. Para un niño las rutinas le dan seguridad, les facilitan el orden de las cosas, les permiten pensar en lo que viene, organizan su quehacer y su conducta.
Las reglas relacionadas con el respeto, se extienden más allá de aquellas involucradas en la obediencia. No es sólo importante que los niños hagan aquello que se les ha solicitado o indicado, sino que hablen y se comporten de forma que reflejen respeto, no sólo hacia los adultos y compañeros, sino hacia el entorno social en general.
Finalmente, las reglas ligadas con el sí mismo son aquellas guías que cada individuo desarrolla y utiliza para dirigir su comportamiento durante el día. Estas reglas forman los fundamentos de estilo de personalidad, la manera en que manifiesta autocontrol.
Es importante tomar en cuenta que en estas cuatro áreas, hay reglas, orientaciones para la aplicación y consecuencias para el éxito o la falta. Cuando haya la necesidad de cambiar, de modificar o de desarrollar reglas en cualesquiera de estas cuatro áreas, piensen en qué reglas quisieran que su hijo utilizara para dirigir su comportamiento y entonces establezcan un orden, una prioridad, nunca todas a la vez. Entonces piensen: ¿Han definido suficientemente estas reglas para sus hijos? ¿Las consecuencias para el éxito y la falta están bien definidas y se ponen en ejecución constantemente? ¿Cuán eficaz han sido ustedes en hacerlas cumplir? Sólo entonces, seleccionen el área que creen está más necesitada de su atención. Es necesario saber qué es lo que se quiere cambiar, por qué quieren cambiar algo, establezca prioridades. Comience por aquí, pero no es lo único.
Nuestros modos de pensar acerca de la educación de los hijos también son muy poderosos y pueden influir en la manera en que nos relacionamos con ellos y en su conducta. Resulta importante hacer a los niños fuertes y resistentes a las contingencias que la vida actual les pone por delante. Los niños con resistencia pueden desarrollar autodisciplina y autocontrol. Es importante que no perdamos de vista que educamos a los hijos para que aprendan a solucionar los problemas que se les presentan en la vida cotidiana y puedan prepararse para a su vez formar una familia.
Los niños pueden ser resistentes si tienen una persona que crea en ellos, si existe un adulto carismático en su vida. Para ser un “adulto carismático” debemos tomar la decisión de estar al lado del niño sin condición, tocar el corazón y la mente de los niños sin esperar nada a cambio. Hay que ponerse en el lugar del niño y ver el mundo desde su perspectiva, solo así podemos comprender lo que pasan, comunicarnos con ellos y acompañarlos.
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1 comentario:

Anónimo dijo...

me parece muy bueno q haya un sitio asi donde hayan respuestas claras para ayudar al sano desarrollo familiar,creo q es bueno para todos los padres cualquiera q sea la situacion de los hijos